domingo

La dulce Virgilia

Había llovido todo el día. Virgilia salió de su habitación dejando algunos libros sobre la cama. Sentía un frío húmedo que la rodeaba cuando leía, algo que se hacía incómodo en noches especialmente oscuras.

La lluvia dio paso a la niebla al atardecer. Cuando volvió a su dormitorio y se sentó para seguir leyendo, le pareció que su almohada se hinc
haba a intervalos regulares. Escuchó atentamente y oyó a su espalda un sonido lejano de juncos y agua.


Al darse la vuelta, en el lugar de su almohada, un sapo gigante dormía plácidamente.

El gran sapo abrió un ojo vidrioso y bostezó con lentitud abriendo una enorme boca que partía su cabeza en dos. Virgilia vió dentro del sapo abrirse el cielo sobre su ciudad; una corriente de agua bajaba por las calles y se filtraba en los desagües; en el puerto, la mar embravecida agitaba los barcos. El sapo cerró la boca despacio, miró a Virgilia y volvió a dormir.


Cuando el sapo se despertó bostezando, encontró la cabeza rojiza de Virgilia mirando inclinada dentro de su boca y, antes de que ninguno de los dos se diera cuenta, se la tragó. Llovía. Virgilia había dejado la ventana abierta sobre la cama. Una corriente de agua bajaba por las calles y se colaba por los desagües; en el puerto, el mar mecía los barcos.

Dibujos de Manuel Ca