miércoles

Libertad

no nacida
tu nombre marmóreo
deambula y murmura
cada vez más lejos

la voz llega ya
del otro lado del océano

-salen de cauce los rios-
rompe en costas de Europa

-salen a mirar los niños-
se derrama por tierras de Europa

se enreda en los árboles de Europa
-salen los pájaros del nido-

y llueven corazones en Europa.

Océano llega,

llega a la voz
de océano
a este lado,

llega ya la voz
a este lado del océano.

La risa de los inmortales

En el aire estelar de las alturas, más allá de las nubes celosas que guardan la lluvia y degeneran en vertical el uso abusivo de aspersores, los jardines son habitaciones de madrugada, de los que han huído los colores y los rostros.

Allí resuena una composición sin origen que envuelve el éter con notas graves y sentenciosas. No luce el sol.

Se cuelgan los inmortales de las estrellas y su risa se descuelga hasta nosotros, se enreda en los puentes de luces de los teatros y en las farolas de las calles, se presenta en la boca de los actores, se la comen a besos los amantes, se posa imperceptible y enceniza las flores de papel.